jueves, abril 18, 2024

“Tenía dos opciones; ver a mi hijo nacer o crecer y me quedé con lo segundo”

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Daniel Hernández, con un trasplante de corazón y por culpa del coronavirus, no pudo asistir al nacimiento de su primer hijo

El maldito coronavirus ha traído millones de desgracias. Momentos que jamás olvidará uno. La gran mayoría dramáticos, pero también algunos en el que la mezcla de sentimientos jamás se podrá expresar con palabras.

Hoy le traemos un caso con un final feliz, pero que no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Daniel Hernández, por su salud y la de sus familiares, no pudo asistir al nacimiento de su primer hijo. No pudo asistir al momento más emotivo de su vida. Su recompensa, ver crecer y poder disfrutar de lo que más se quiere en esta vida; tus hijos. Recuerda, son tus hijos, no del Estado.

Daniel Hernández, natural de Cartagena, esperaba el nacimiento de su primogénito, otro Daniel, para mediados de abril. El parto estaba programado y todo preparado, pero había un problema añadido; el coronavirus.

Desde que saltó la alarma mundial por pandemia, a Daniel le rondaba una pregunta por la cabeza con una respuesta que no quería pronunciar en voz alta.

Daniel Hernández tuvo que hacerse un trasplante de corazón hace unos años y, aunque recuperado del todo de tal delicada intervención, su salud se podía ver gravemente expuesta si salía de casa y quedaba cara a cara con el coronavirus. Por culpa del trasplante, sigue una medicación desde entonces que baja las defensas del cuerpo. “Una gripe normal a mí me supone una semana en cama”…imagínense que es infectado por coronavirus…

Lógicamente, si quería ver el nacimiento de su hijo y acompañar a su esposa, María Dolores Satorres, en el momento más importante de sus vidas, tal vez sería lo último que hiciese Daniel debido a su situación y el maldito coronavirus.

“No me lo podía creer. Los médicos y familiares me estaban pidiendo que no acudiese al parto. En un principio, ni me planteé tal idea. Iba a acudir dijesen lo que dijesen”, comentó a cuartaedicion.com

Los días fueron pasando y la preocupación seguía latente en el ya curado pero caprichoso corazón del futuro padre. “No iba a acudir al nacimiento de mi hijo…para nada. Iba a estar, pasase lo que pasase”, afirmó.

El parto se acercaba, programado para el domingo 12 de abril. Entonces Daniel tuvo una charla que jamás olvidará con su esposa, donde surgió una pregunta que disipó cualquier duda: ¿quieres ver a tu hijo nacer o crecer?

“Tuve que decidir y quiero ver a mi hijo crecer y poder disfrutar de él”, declaró.

Llegó el día (domingo 12 de abril) y Daniel se despidió de Lola en la puerta de casa. Su mujer se fue al hospital Santa Lucía de Cartagena bien acompañada (la hermana de ésta) y Daniel se quedó sólo en casa. Comenzó así el día más largo y duro de su vida. Un día en el que pondría a prueba su corazón.

“Estuve todo el rato hablando con mi mujer por teléfono para ver cómo se encontraba. Fueron momentos terribles. Momento de impotencia por no poder ayudar. Una mezcla de sentimientos difícil de explicar”, siguió diciendo.

Hasta que llegó la hora. María Dolores entraba a quirófano. Se le tenía que practicar cesárea. Su cuñada (enfermera), llamó a Daniel y le comentó que viviría el parto por teléfono, pero “prefería que estuviese al lado de su hermana, mi mujer. No quería verla sufrir. Ya habría tiempo para llamadas. Lo importante ahora es que todo fuese bien”, comentó.

Colgó el teléfono y pasaron veinte minutos. Fueron los veinte minutos más largos de su vida. Hasta que sonó. La llamada más deseada y más importante de su vida llegó el lunes 13 de abril.

“Tu hijo está bien. Ya eres padre, me comentó mi cuñada…no supe qué decir. Colgué el teléfono y no pude parar de llorar. Estuve llorando treinta minutos por lo menos. Una mezcla de sentimientos…impotencia, alegría…”.

Comenzó así un sin fin de llamadas. Familiares, amigos…Daniel Hernández es muy querido y el teléfono no paró de sonar para darle la enhorabuena. “Descolgaba y tenía que volver a colgar porque no paraba de llorar”.

Y llegó el momento; la videollamada de su esposa junto a su hijo. “Cuando apareció el nombre en el teléfono móvil…no puedo explicarlo. Y cuando los vi…fue el momento más emotivo de mi vida”.

Daniel pudo ver a su hijo, y lo que es más importante, podrá verlo crecer y disfrutar de él. Esta batalla la ha perdido el coronavirus.

“Ahora están en casa. Mi mujer, que ya está bien, y mi hijo. Estuve 72 horas apartado de ellos, pero ahora voy a disfrutar toda la vida”, terminó de decir.

Una historia real y de lo más emotiva, que es de esperar sirva de ejemplo. Que toque, un poco aunque sea, el corazón de las personas.

Desde cuartaedicion.com, nuestra más sincera enhorabuena por una maravillosa noticia en tiempos de agonía.

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